LIBRO DE LA SEMANA
CHLOE WYMA (The New York Times Book Review). 16/02/2018
EL CULTURAL
«Amado por sus pinturas plácidas y cristalinas de soleados bungalows californianos y desnudos masculinos al pie de una piscina de las décadas de 1960 y 1970, a David Hockney se le suele describir como el más grande artista británico vivo, e incluso como el pintor vivo más popular. El culto a Hockney, de 79 años, continúa en una serie de libros recientes, entre ellos el catálogo de la exposición 82 retratos y 1 bodegón que se celebró el pasado verano en la Royal Academy [hoy en el Guggenheim Bilbao] y Una historia de las imágenes, una conversación entre el artista y el crítico de arte Martin Gayford, espléndidamente ilustrada.»
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IDA Y VUELTA
ANTONIO MUÑOZ MOLINA. 02/03/2018
BABELIA
Fulgor de las imágenes
«Todo el mundo puede dibujar dignamente, dice David Hockney. El dibujo es una destreza artesanal que se mejora con buenos maestros.»
«Empezó a dibujar más bien por casualidad hace unos meses y ahora no puede dejarlo. Empezó una tarde de indolencia, por el simple motivo de que encontró a mano un cuaderno y una caja de lápices. Buscó una foto de alguien querido en el móvil. Se puso a tantear el dibujo casi como quien traza líneas casuales mientras habla por teléfono. Pero las líneas, para su sorpresa, iban adquiriendo un parecido evidente, y hasta tuvo la cautela instintiva de no insistir demasiado queriendo mejorar algo que se malograría si no paraba a tiempo. Pronto el primer cuaderno, más bien una libreta apoyaba inestablemente en las rodillas, se convirtió en otro más grande, de hojas más recias y adecuadas al dibujo; y la primera caja de 12 colores, que había ejercido al principio una seducción de simplicidad escolar, la cambió por otra más grande, no de cartón sino de metal, una caja lisa y magnífica de 24 colores. El cuaderno era un diario al que le gustaba añadir cada día al menos un dibujo, siempre un retrato, de personas pero también de animales, un perro, un pájaro multicolor en una rama, un león. Se pone a dibujar y se le van las horas. El tiempo desaparece en el ensimismamiento de esa tarea. El dibujo trae un silencio añadido a la casa. Exige un máximo de concentración y deparaba la serenidad de cualquier ejercicio de precisión que se hace con las manos.»
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