Paul Freedman (ed.)
Traducción de Pilar Alba & Julio Hermoso
Ensayo
PUV. 2009
ISBN: 9788437074627
«El gusto no es del dominio exclusivo de una minúscula aristocracia, de la cultura cortesana del pasado europeo, abasí o chino, o de la vanguardia sibarita actual. En la historia social común, la ingesta de calorías, la amenaza del hambre y el suministro de los centros urbanos se hallan entre los temas que nos han dado una idea de la fragilidad y las dificultades de la vida preindustrial. La relevancia de la historia de los alimentos en su sentido más básico no precisa justificación. El intercambio de productos consecuencia del descubrimiento del Nuevo Mundo, la dependencia de las sociedades de un alimento exageradamente importante (como en el caso de la Irlanda decimonónica y la patata), o el impacto de las formas bélicas modernas sobre la dieta de la población son cuestiones de una importancia clara. A mediados del siglo XX, el interés de los historiadores por las condiciones de la sociedad y, en particular, la historia de la gente común incluyó de forma inevitable las referencias a cómo vivían en el pasado los campesinos o los trabajadores, lo bien o mal nutridos que estaban o cómo manejaban la impredecibilidad de las cosechas, el suministro de alimentos y los precios.
Hasta hace poco tiempo, en contraste, los gustos culinarios de las clases acomodadas se consideraban importantes sólo en relación con una antropología de la ceremonia, como los elaborados excesos de la corte de Borgoña del siglo XV, donde se situaba a los músicos en tartaletas o se elaboraban retablos comestibles que representaban combates y alegorías. Aparte de esto, la historia de la cocina ha tendido a considerarse una simple parte de la historia de las modas y, por tanto, de la frivolidad.»