Stephenie Meyer
Novela fantástica
Alfaguara. 2010
ISBN: 9788420406268..
«El titular del periódico me fulminaba desde una pequeña máquina expendedora metálica: SEATTLE EN ESTADO DE SITIO — VUELVE A ASCENDER EL NÚMERO DE VÍCTIMAS MORTALES. Éste no lo había visto aún. Algún repartidor habría pasado a reponer la máquina. Afortunadamente para él, no se encontraba ya por los alrededores.
Genial. Riley se iba a poner hecho una furia. Ya me aseguraría yo de no estar a su alcance cuando viese el periódico. Que fuera a otro a quien le arrancase el brazo.
Me hallaba de pie en la sombra que proporcionaba la esquina de un destartalado edificio de tres pisos, en un intento por pasar desapercibida mientras aguardaba a que alguien tomase una decisión. No deseaba cruzar la mirada con nadie, tenía los ojos clavados en la pared que había a mi lado. Los bajos del edificio habían albergado una tienda de discos cerrada mucho tiempo atrás; los cristales de las ventanas, víctimas del tiempo o de la violencia callejera, habían sido sustituidos por tableros de contrachapado. En la parte alta había apartamentos, vacíos —supuse— dada la ausencia de los habituales sonidos de los humanos cuando duermen. No me sorprendió, aquel lugar parecía que fuese a venirse abajo al primer golpe de viento. Los edificios al otro lado de la oscura y estrecha calle se hallaban en un estado igualmente lamentable.
El escenario habitual de una salida nocturna por la ciudad.
No quería abrir la boca y llamar la atención, pero deseaba que alguien decidiese algo. Estaba realmente sedienta y no me importaba mucho que fuésemos a la derecha, a la izquierda o por la azotea, lo único que quería era encontrar a algún desafortunado al que no le diese tiempo siquiera de pensar el peor lugar, en el peor momento.»
«Vi cambiar su cuerpo.
Se agazapó sobre el tejado con una mano asida al alero.
Toda aquella misteriosa simpatía había desaparecido
y ahora era un cazador.
Eso era algo que yo reconocía.
Algo con lo que me sentía cómoda porque lo entendía.
Desconecté el cerebro. Era el momento de cazar.
Respiré profundamente y atraje el aroma de la sangre
del interior de los humanos de allá abajo.
No eran los únicos que había en la zona,
pero sí los que se encontraban más próximos.
A quién ibas a dar caza
era el tipo de decisión que tenías que tomar
antes de olfatear a tu presa.
Ahora era ya demasiado tarde.»