Sangre azul
Richelle Mead
Novela fantástica
Alfaguara. 2010
ISBN: 9788420423623
«No creí que el día pudiese empeorar hasta que mi mejor amiga me dijo que podría estar volviéndose loca. Otra vez.
—Yo… ¿qué has dicho?
Me puse en pie en el vestíbulo de su edificio, inclinada sobre una de mis botas, ajustándomela. Levanté la cabeza de golpe y la miré a través de la maraña de pelo oscuro que me tapaba la mitad de la cara. Me había quedado dormida después de clase y había pasado de peinarme con tal de salir por la puerta a tiempo. Lissa me observaba entretenida, con esa melena rubia platino suya, perfecta y sin un pelo fuera de sitio, por supuesto, que le caía sobre los hombros como si fuese un velo nupcial.
—He dicho que me parece que las pastillas ya no me hacen el mismo efecto que antes.
Me erguí y me sacudí el pelo de la cara.
—¿Qué significa eso? —le pregunté. A nuestro alrededor, los moroi pasaban a toda prisa camino de ver a sus amigos o de cenar—. ¿Has empezado…? —bajé la voz—. ¿Has empezado a recobrar tus poderes?
Lo negó con la cabeza, y vi un leve brillo de lamento en sus ojos.».
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Bendecida por la sombra
Richelle Mead
Novela fantástica
Alfaguara. 2011
ISBN: 9788420407296
«Las yemas de sus dedos se deslizaron por mi espalda sin apenas ejercer presión y, aun así, provocaron una onda expansiva que me recorrió todo el cuerpo. Despacio, muy lentamente, sus manos se desplazaron por mi piel, descendieron por mis costados hasta descansar por fin sobre las curvas de mis caderas. Justo debajo de mi oreja sentí la presión de sus labios contra mi cuello, seguida de otro beso debajo del primero, y después otro, y después otro…
Sus labios se dirigieron desde el cuello hasta la mejilla, y por fin encontraron mi boca. Nos besamos, nos entrelazamos y apretamos el uno contra el otro. La sangre hervía en mi interior, y en ese momento me sentí más viva que nunca. Le amaba; amaba tanto a Christian que…
¿Christian? No, por favor.»
Deuda de espíritu
Richelle Mead
Novela fantástica
Alfaguara. 2014
ISBN: 9788420415796
«Hay una gran diferencia entre las amenazas de muerte y las cartas de amor, aun cuando la persona que te escribe las amenazas de muerte no deja de afirmar que te ama de verdad. Por supuesto, y teniendo en cuenta que yo misma intenté una vez matar a alguien a quien amaba, es posible que no tenga derecho ninguno a juzgar a nadie.
La carta de hoy había llegado en el momento perfecto, y tampoco es que hubiera de haberme esperado menos que eso. Ya la había leído cuatro veces, y, aunque ya me estaba haciendo llegar tarde, no pude evitar leerla una quinta.»