Londres

Richard Bryant
Introducción de Peter Ackroyd
Fotografía
Lunwerg. 2012
ISBN: 9788497858595

«Londres es un teatro de imágenes. Cualquier muro puede convertirse en un palimpsesto de pasado y presente, con los destellos y las sombras de viejos carteles y eslóganes apenas contenidos por otros signos más recientes. El suelo bajo nuestros pies puede ser objeto de encantamiento, lugar donde se atisba el rastro desgastado de millones de huellas. Londres es, de manera clara y primordial, una ciudad de piedra, con el rojo ladrillo de la vivienda urbana habitual en contraste con el granito, el mármol y la omnipresente piedra de Portland.
Y hay, sin embargo, tanta agua como hay piedra. Resulta al tiempo apropiado y sugerente que el río Támesis conforme un aspecto tan dominante del arte londinense. El Támesis es el verdadero centro de Londres; el Támesis es la razón de que exista la ciudad de Londres, fundamentada en el agua. La presencia de Londres se refleja en el agua, y es por eso que el Támesis ha sido siempre escenario de lo grandioso y lo monumental. Desde el río se alcanza a ver todas las grandes edificaciones de la ciudad, o bien estas han sido aun erigidas a sus orillas. El London Eye se apuesta sobre el río frente al palacio de Westminster, y en algunas de estas fotografías, el propio Támesis se convierte en un gran haz de luz que otorga unidad a la composición, ofrece un aire poderoso y monumental a la ciudad misma.    
Londres se reproduce de manera continua. Sus miembros se ven cercenados con regularidad, pero otros más gloriosos crecen en su lugar. Se diría que franjas enteras de la ciudad son demolidas y después reconstruidas, pero de lo antiguo nada se pierde en realidad. Las raíces de los viejos edificios germinan en la tierra e imbuyen a los nuevos de su energía, se restaura su vida enterrada. El edificio Lloyds es un buen ejemplo de este proceso. El moderno se erigió en el sitio de otro más antiguo, y este a su vez sobre otro más antiguo aún.
No todo lo antiguo se perdió. Aún son visibles en el nuevo edificio Lloyds algunas reliquias físicas del ahora demolido, y así se mantiene una continuidad de espíritu en el mismo sitio a lo largo de cientos de años. El Parlamento es otro botón, otra muestra. Antaño el lugar era una isla dominada por un altar a Apolo, guardián de la justicia. Allí se construyó en el siglo xiun palacio y una sede legislativa para uso de Eduardo el Confesor. Desde entonces, y a través de diversas encarnaciones, aquella ha sido la sede del poder. Londres es, en muchos sentidos, una ciudad fea, y, aun así, la fealdad puede resultar interesante. La fealdad puede ser el vehículo para narrar una historia.
La ciudad, al fin y al cabo, se ha ido construyendo bajo los imperativos siameses del poder y el dinero; su planificación no obedece al interés de los ciudadanos. Es teatral, más dada a las muestras de bravura que de belleza. Es heterogénea y, en muchos aspectos, nada sutil. A través de su historia, el desarrollo de Londres ha carecido de planificación y ha resultado impredecible: nunca ha seguido idea ni teoría alguna, jamás se vio impulsada por una filosofía coherente. Se limitó a crecer de forma orgánica, oportunista, caprichosa y mercantilista.
No obstante, este crecimiento mercantilista ha otorgado a Londres su identidad y su destino. La faceta más extraordinaria de esta ciudad es que, a pesar de su naturaleza arbitraria y provisional, es un todo; y todo edificio parece formar parte de un patrón general, de una voluntad general de existir en esa forma y no en otra. Es a eso a lo que yo llamo espíritu del lugar, el imperativo territorial que encarna Londres. El territorio, el terruño, conforma o influye de algún modo en la vida sobre él. Y así, el recuerdo del pasado se halla muy presente en el desarrollo del futuro. El pasado y el presente quedan atrapados en el abrazo de dos amantes. He aquí algunas imágenes de esa unión.

Peter Ackroyd»

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