Refugiado

Alan Gratz
Novela
Loqueleo. 2018
ISBN: 9788491222330

Lista de Honor de IBBY 2020 en la modalidad de traductores

Tres niños distintos.
Una misión en común: huir.
Una novela llena de acción que afronta una temática tan actual como intemporal: el valor, la supervivencia y la búsqueda de un hogar.

Josef
Berlín, Alemania
1938

¡CRAC! ¡BAM!
Josef Landau se incorporó de golpe en la cama con el corazón acelerado. Aquel ruido… era como si alguien hubiese tirado la puerta abajo de una patada para entrar en la casa. ¿O es que lo había soñado?
Josef escuchó atento y forzó el oído en la oscuridad. No estaba acostumbrado a los sonidos de aquel piso nuevo, más pequeño, al que su familia y él se habían visto obligados a mudarse. Ya no se podían permitir la casa antigua, no desde que los nazis le dijeron al padre de Josef que ya no podía ejercer de abogado por ser judío.
La hermana pequeña de Josef, Ruth, seguía dormida al otro lado de la habitación. Josef intentó relajarse. Quizá solo había tenido una pesadilla.
Fuera de su cuarto, algo se movió con un gruñido y unos pasos acelerados.
¡Había alguien en la casa!    
Con ayuda de las manos y los pies, Josef retrocedió sobre la cama con los ojos muy abiertos. En la habitación de al lado se oyó un ruido de cristales rotos… ¡crisss! Ruth se despertó y dio un grito. Chilló por puro terror, un terror ciego. Solo tenía seis años.
¡Mamá! —gritó Josef—. ¡Papá!
Unas sombras imponentes irrumpieron en la habitación. Fue como si el aire crujiese a su alrededor con el ruido estático de una radio. Josef intentó esconderse en un rincón de la cama, pero unas manos oscuras se lanzaron a por él. Trataban de agarrarlo. Gritó aún más fuerte que su hermana pequeña, y su voz se impuso a la de Ruth. Pataleaba y se agitaba presa del pánico, pero una de las sombras lo agarró del tobillo y lo arrastró boca abajo por la cama. Josef trató de agarrarse a las sábanas, pero aquellas manos eran demasiado fuertes. Josef estaba tan asustado que se orinó encima y notó que el calor se extendía por su pijama.
¡No! —gritó Josef—. ¡No!
Las sombras lo tiraron al suelo. Otra sombra agarró a Ruth del pelo y le dio una bofetada.
¡Cállate! —chilló la sombra y lanzó a Ruth al suelo junto a Josef.
La impresión le cerró la boca a Ruthie, pero solo por un instante. Acto seguido lloró con más fuerza, más alto.
Calla, Ruthie, calla —le suplicó Josef. La cogió en sus brazos y le dio un abrazo protector—. Ahora calla.
Se acurrucaron juntos en el suelo mientras las sombras agarraban la cama de Ruth y la lanzaban contra la pared. ¡Pum! La cama se rompió en pedazos. Las sombras arrancaron cuadros, sacaron los cajones de las cómodas y tiraron las prendas de ropa por todas partes. Machacaron lámparas y bombillas. Josef y Ruth se aferraron el uno al otro, aterrorizados y con el rostro humedecido por las lágrimas.
Las sombras volvieron a agarrarlos y los llevaron a rastras al salón. Lanzaron a Josef y a Ruth al suelo una vez más y encendieron la luz del techo. Cuando a Josef se le acostumbraron los ojos, vio a los siete desconocidos que habían invadido su casa. Algunos de ellos vestían de calle: camisa blanca remangada, pantalones grises de vestir, gorra marrón de lana y botas pesadas de cuero. La mayoría vestía la camisa parda con la banda roja con la esvástica de los Sturmabteilung, las tropas de asalto de Adolf Hitler.